LA DEMOCRATIZACIÓN DEL "RÉGIMEN"
A comienzos del siglo XX, la política argentina atravesaba fuertes tensiones. El poder estaba concentrado en manos de la élite conservadora, que se sostenía gracias al fraude electoral. Sin embargo, distintos sectores de la sociedad —especialmente las clases medias y algunos trabajadores— comenzaron a organizarse políticamente para reclamar elecciones libres, respeto a la Constitución y mayor participación ciudadana. En este contexto surgieron partidos considerados “modernos” para la época, ya que contaban con una estructura más definida, programas concretos y una militancia activa que los distinguía del partido gobernante.
En 1891 se formó la Unión Cívica Radical (UCR), inicialmente liderada por Leandro N. Alem y, desde 1896, por su sobrino Hipólito Yrigoyen. Surgió como crítica al fraude electoral que mantenía a la oligarquía en el poder. La UCR defendía el respeto a la Constitución, elecciones limpias y honestidad en la gestión pública. Su dirigencia habia decidido no participar en elecciones controladas por el fraude, pero sí luchar de manera firme por cambios políticos, incluso recurriendo a la acción revolucionaria si era necesario.
Aunque provenía de sectores de las élites, fue el primer partido en agrupar masivamente a las clases medias y a algunos trabajadores especializados. Su organización se basaba en numerosos cómites locales, que permitían coordinar a los afiliados en distintas ciudades y barrios, fortaleciendo la presencia del partido en todo el país. La UCR participó en la “Revolución de 1890” y, posteriormente, en 1893 y 1905, intentó tomar el poder mediante alzamientos armados, mostrando su determinación de desafiar el sistema.
En 1914, en Santa Fe, diversos partidos provinciales: se unieron para formar el Partido Demócrata Progresista, liderado por Lisandro de la Torre. De orientación progresista y sensibilidad social, este partido también luchó fervientemente contra el régimen conservador.
Como consecuencia de las resistencias de los trabajadores y de los crecientes cuestionamientos de los sectores medios, dentro de la élite nucleada en el Partido Autonomista Nacional creció un debate acerca del camino a seguir con la cuestión electoral. Un sector, liderado por Julio A. Roca, seguía sosteniendo la voluntad de conservar el poder a toda costa con la utilización de mecanismos fraudulentos. Otros, representados por Carlos Pellegrini, José Figueroa Alcorta y Roque Sáenz Peña, proponían en cambio una reforma política con el objetivo de frenar el descontento generalizado. La situación de protesta social era evidentemente preocupante. Si la élite gobernante quería conservar sus privilegios, era cada vez más claro que debían escucharse los reclamos de democratización del régimen político, planteados por los radicales y otros partidos políticos opositores,
En 1912, el presidente Roque Sáenz Peña impulsó la sanción de la Ley General de Elecciones (conocida como Ley Sáenz Peña) que establecía el voto secreto, individual y obligatorio para todos los ciudadanos varones mayores de edad. El objetivo era dar legitimidad al sistema político para salvarlo de su destrucción. De esta forma, la élite intentaba “limpiar” su imagen y hacer desaparecer los intentos desestabilizadores de los radicales y de otros grupos cuestionadores.
En febrero de 1916 se celebraron las primeras elecciones presidenciales bajo la Ley Sáenz Peña. Contra lo esperado por la élite gobernante, ganó la Unión Cívica Radical, con Hipólito Yrigoyen, quien se convirtió en el primer presidente elegido de manera realmente democrática en Argentina. Obtuvo alrededor del 47% de los votos y registró una participación récord, marcando el fin del Régimen Conservador y el comienzo de un período más plural y democrático.
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